Tus manos frías te delatan.
Tu cabeza se dispara y te traiciona,
inventando finales a historias que tú no entiendes.
Vida mía, ¡cuánto te quiero!
Pero no puedo acompasar tus sueños,
sólo alumbrarte.
No puedo recomponer el cielo
que te inventaste.
Apenas aspiro a encontrar la forma de acompañarte
y hacer llevadero tu dolor.
Hasta que la vida te enseñe
que son tus ojos el motor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario