Me cortas al bies la lengua
para robarme palabras
y enarbolar otras velas.
Qué hondo te cuelas.
Traspasas la piel y te bates
entre mi sien y mi frente
para mostrar mis carencias.
Tu pobre apariencia
sucumbe al despiste
de no conocerme.
No te das cuenta e insistes,
pero tu sombra me enciende.
Y entonces brillo.
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