martes, 23 de septiembre de 2008

OTRA HISTORIA



Mal se cuentan las historias si empiezan por donde acaban. Pero no había más remedio. Su impaciencia sentenció el final de la relación que daba marco al cuento. ¿Qué imaginaba el vagabundo?
Siempre atento al tamaño de las monedas que caían en su gorrilla, no reparó en que la mano amiga llevaba el anillo que no hace mucho él mismo había comprado. La joyería era pequeña, de esas que compran y venden oro aprovechando la miseria ajena. Pero la modorra matutina de una larga noche de vino barato no le impidió reconocer los pasos: tacón alto, paso rápido, casi carrera, para desaparecer tras la esquina justo cuando él iba a levantar la cabeza. No parecía posible. ¿Qué recordaba el vagabundo?
Se sonrojó inventando el nombre. No lo recordaba. Lo que no podía olvidar era sus ojos. Profundos. Pequeños. Llenos de historias inconfesables. Siempre maquillados. De pestañas orgullosas. Delimitados por dos espesas cejas hermosamente despeinadas y ojeras de sueño.
Si hubiera estado más despierto, no se le habría escapado la respiración entrecortada de ella. El gemido blando de un sollozo ahogado. El labio mordido. La mirada envuelta en los recuerdos del pasado. ¿Qué imaginaba la mujer soñada?
Dudó un segundo. Podía volver y levantarle la cara, o ponerle en pie y llevarlo a casa. Podía besarle. Cerrar los ojos y recuperar la humedad de la boca con la que tantas veces había soñado. Recorrer su cuello una vez más. Mesar su pecho. Acunar su borrachera. ¿Qué quería la mujer soñada?
El vagabundo inspiró profundo. Levantó la cabeza, y miró a la esquina tras la que ella respiraba. Se levantó, recogió su gorrilla, la metió con las monedas en su bolsillo y echó a andar.
Siete segundos de silencio. Dos segundos de suspiros. Un segundo de lágrimas. Y por fin, una eternidad encerrada en un abrazo. Tan intenso, tan doloroso, que al vagabundo le pareció notar que la traspasaba. Tan sereno, tan esperado, que la mujer sintió que el tiempo se paraba.
Y entonces recordó su nombre con nostalgia. Se apartó del mejor momento de su vida y caminó soñando que el sueño acababa, como siempre, ahogado en un vaso de vino.

2 comentarios:

Vito dijo...

La verdad es que la genetica es una ciencia a revalorizar. ¿Como es posible que compartiendo casi el 100% de la carga genetica tu escribas asi y yo....?

AH! ya he publicado algo "pa que no me riña"

Besos

CORRA dijo...

Maria de los Dolores, si pudieras imaginarte la gran alegria que me has dado, te darias cuenta de lo grande que eres, algunas veces.

Me encanta que te lances a esta ventanita que es la intennés. A que es guapisimo tener la sensacion de poder estar portositios, eh?

Me han encantado tus palabras, ya algunas las conocia y te animo a seguir.

Te echo mucho de menos, pequeña.