miércoles, 3 de septiembre de 2008

UN RELATO CORTO

La loca

Era tanto su dolor que se negó a la vida. Cubrió su cuerpo con una túnica, su rostro con un velo, su pelo lo recogió para siempre, y anduvo perdida mil noches por caminos que no la conducían a ningún sitio. Nunca pensó engendrar tanto dolor, tanto daño a quienes más quería.
Empeñó sus cosas, su casa, su vida. Vendió baratos sus sueños. Se postró rendida ante la tristeza que reinaba por sus venas. Se heló su sangre. Se secaron sus ojos y recorrió, así marchita, lo que le quedaba por vivir. Amó tanto que rompió su alma.
Cuando contaba la última del millar de noches, se sentó ya consumida bajo una encina seca, reflejo alegórico de su existencia. La muerte, serena, la sorprendió dormida. Era la primera vez después de mil noches que soñaba. Y así se apagó, soñando la felicidad que le negó su vida.
Al pasar por su lado, un pastor viejo de largas barbas blancas y enjuto cuerpo la reconoció. Recogió su cuerpo y lo llevó a un valle cercano donde la dehesa explotaba con la primavera. Retiró su velo, rompió su túnica y soltó sus cabellos, largos y espesos como un manantial de montaña. No parecía estar muerta. El esplendor de su último sueño había pintado una sonrisa en su rostro. La tierra abría los brazos para recibirla, y ella se dejó llevar. Era la primera vez que se dejaba llevar.
El pastor, enamorado de su imagen desde siempre, la besó en los labios y cantó una coplilla de las que siempre entonaba cuando se sentía solo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bosques que sembráis palabras de vida,
De que colores, colmáis mis ojos
No duermen ni de noche ni de día,
Mis sueños son dos ojos,
Abiertos de par en par,
hasta que se tengan que marchitar.
Ya sólo la muerte,
Los devolverán a la oscuridad